jueves, 4 de marzo de 2010

VAMOS CHILE!!!


Quiero enviar un caluroso saludo a todos los afectados por este brutal terremoto, deseando además que utilicen todas sus energías para solidarizar con los que más lo necesitan en este momento tan difícil.
Sin duda, y como siempre ha sido así, nos levantaremos y reconstruiremos nuestras vidas.

viernes, 4 de septiembre de 2009

domingo, 23 de agosto de 2009

Son solo 24 horas, lo sé...

Lo sé... el día solo tiene 24 horas y tengo que dormir. Ahora son las 2:06 AM pero no me puedo evitar las ganas de ver aunque sea un poquito de la peli "Earthquake" con Charlton Heston que alquilé en DVD.
No he podido postear lo que quiero desde hace días así es que, como consuelo al menos, os linkeo una de las cosas/razones que me han tenido alejado de estas líneas.

Mawashi en El Clan (ciclo Electro Punk Rock) from Kungan on Vimeo.

Si se animan les espero el Jueves y Viernes. Va a estar bueno.

sábado, 8 de agosto de 2009

Se nos vienen historias de ayer y hoy...

Amig@s. 
Estoy buceando entre CDs y DVDs en busca de historias que en algún momento escribí y luego respaldé. Ya saben, por si llegaba el momento de querer recordarlas y compartirlas. Ese momento es ahora así que mediante este post hago el anuncio. 
Espero poder subir el siguiente a la brevedad. 
Como adelanto deciros que la cosa va de mirarse en la distancia, tratar de no editarse y disfrutar de ese juego de contrastes con el presente. A ver qué resulta del experimento.

viernes, 31 de julio de 2009

Petra y la Luna

El pasado 21 de Julio se cumplieron 40 años del primer, y hasta ahora único viaje del hombre a la Luna. Un efeméride que siempre me ha apasionado, y no porque quisiera ser astronauta cuando pequeño. No. Yo quería ser payaso o mago, pero astronauta ni se me pasó por la cabeza.

Hay muchas historias que rodean aquella punta del iceberg en la carrera espacial que hacen que sienta tal pasión. El contexto político, la trastienda científica y los avances tecnológicos que por entonces se impulsaron y que hoy podemos gozar en el sin fin de dispositivos que nos acompañan a todos lados haciéndonos más fácil y divertida la vida.

Quizás la gran causa de mi fascinación tiene que ver con una sensación de cambio de paradigma. Que el hombre llegara a la Luna fue sin duda uno de esos momentos en los que “ya nada será como antes”. Momentos de esos hay pocos, o suelen ser más sutiles (por ejemplo la irrupción de Internet en nuestras vidas o la aparición de la TV como fenómeno de masas). En este caso, de un día para otro el hombre volaba al espacio (algo que si lo pensamos bien aun hoy suena raro), posaba su nave sobre la Luna, tal como en las pelis Sci-Fi, para finalmente caminar, rebotar y hablar con todos (TODOS) allá abajo. Así no más. Sin anestesia.

En estos días he aprovechado cada momento junto a mis padres para transportarles a sus recuerdos de ese 21 de Julio del ‘69. Algo así como el rito de preguntarle a tus amigos qué es lo que estaban haciendo para el terremoto del ’85. Y debo decir, me he divertido y emocionado bastante con los detalles de sus rostros al reconstruir la experiencia mirando el vacío (¿han reparado en el hecho de que cuando uno recuerda imágenes queda ciego por ese momento? Intenten probar lo contrario, no se puede, ¿o soy solo yo? En fin.).

Mi madre se recuerda como una niña alucinando sentaba frente a la TV. Rodeada como nunca por toda la familia (padres y hermanos, A.K.A. mis tíos). De echo, no tienen ninguna foto juntos. Ni hablar de eso.

Cuando finalizó el espectáculo, salió a la calle y miró incrédula el cielo. Al margen que ella era una niña, aquello era realmente asombroso.

Mi padre, joven universitario en práctica, hacía lo mismo desde la Patagonia chilena. Rodeado de hombres, una mesa de pool y un aislamiento similar al que pudieron sentir el Comandante Amstrong y compañía. Mi padre recuerda que pensó que nada era imposible a partir de ese entonces y según él utilizó ese pensamiento como espada al enfrentarse a varios desafíos futuros.

Vuelvo al 21 de Julio de este 2009 y lo contrasto con el de 1969. El resultado  es más intenso de lo que jamás podría haber imaginado.

Bien por la noche, a eso de las 9, termino mi jornada y regreso a casa con ganas de ponerme mis zapatillas y partir al gimnasio a sudar. Pero no. El destino quería que me enfrentara a otro desafío. Salvar a mi perra labradora de la muerte.

Pero antes de explicar eso vuelvo a 1957, a una de mis historias favoritas. Vuelvo a la historia del primer ser vivo en orbitar nuestro planeta. El animal que hizo que todo fuera posible. Vuelvo a la historia de Laika la perrita cosmonauta:

El 4 de octubre de aquel 1957 la antigua Unión Soviética se adelantaba a los Estados Unidos en la carrera espacial al poner en órbita el primer satélite artificial de la historia: El Sputnik 1.

El éxito de la misión encumbró el orgullo soviético a tal punto que el líder Nikita Jrushchov no dudó en solicitar, solo un mes más tarde, una nueva misión para conmemorar el cuadragésimo aniversario de la revolución bolchevique.

A pesar de que se estaba construyendo un nuevo satélite este no estaría listo en los plazos requeridos. Se optó entonces por construir uno menos complejo.

Los ingenieros tenían escasas 4 semanas por delante, pero esta no era la única exigencia que complicaría su trabajo.

La petición incluía esta vez construir un artefacto capaz de llevar a una criatura viva en su interior.

Laika era una perra callejera de Moscú y tenía 3 años cuando fue capturada para el programa espacial.

Su entrenamiento estuvo orientado a resistir las condiciones de un viaje que hasta ese momento nadie se había atrevido a realizar.

Confinamiento en una cápsula por 20 días, ruidos, vibraciones y aceleraciones centrífugas fueron parte de las simulaciones a las que fue expuesto el animal resultando en agitación extrema y deteriorando su condición física general.

Pero la cuenta regresiva estaba en marcha.

El 3 de Noviembre de 1957 el Sputnik 2 despegaba hacia el espacio con Laika en su interior.

Al alcanzar la nave la máxima aceleración los ritmos respiratorio y cardiaco del animal, monitorizados con atención desde el cosmódromo en tierra, se incrementaron varias veces por sobre el valor normal.

Al alcanzar la órbita, la punta cónica del Sputnik 2 se desprendió con éxito. Sin embargo, una segunda placa falló impidiendo que el control térmico funcionara correctamente. En pocos minutos la cápsula alcanzaría los -40 °C y tras tres horas de microgravedad, el pulso de Laika descendía por debajo de 102 latidos por minuto para detenerse por completo a las 7 horas de lanzado el artefacto. 

Sin embargo, las informaciones provenientes de Moscú decían que el animal se comportaba en calma en su vuelo heroico y pionero, y que en pocos días descendería de regreso a la tierra, primero en su cápsula espacial y luego en un paracaídas.

El ataúd intergaláctico de Laika orbitaría la tierra 2570 veces antes de desintegrarse por completo en la atmósfera el 4 de Abril de 1958.

Décadas más tarde Oleg Gazenko, quien había sido el encargado de entrenar a la perra cosmonauta reconocía ante la opinión pública:

Cuanto más tiempo pasa más lamento lo sucedido. No debimos haberlo hecho...ni siquiera aprendimos lo suficiente de aquella misión como para justificar la pérdida del animal”.

Los avances de la humanidad habían exigido un sacrificio. Laika había sido la elegida.

Vuelvo al 21 de Julio del 2009 y a la historia de mi perra moribunda.

Al bajar del auto frente a casa me encuentro con mi hermana pequeña saliendo entre tiritones y llorando. Nerviosa, desesperada. Le pregunto qué pasa y me dice que se va al veterinario con Petra. Se está muriendo.

Enfoco mejor entre la confusión y veo a mi labradora anciana caminando obnubilada en busca de un vómito que no llega. La examino en una fracción de segundos y veo que su abdomen y caja torácica están infladas. No un poco. MUCHO.

Siento pena. La perrita, NUESTRA perrita de 10 años (humanos) está sufriendo. Solo atino a cogerla con fuerza y candor. Le digo a mi hermana que esté tranquila. Que vamos volando a hacer todo lo posible por salvarla.

Media hora más tarde me encuentro en medio de un equipo médico veterinario ayudando a meterle un tubo que pueda aliviarle la acumulación desmesurada y feroz de gas en su interior. Pregunto qué pasa mientras siento el estremecimiento de su cuerpo en mis brazos. Mi hermana llora. Me dicen que hay que operarla de urgencia para salvarla. Digo que claro, sin dudarlo. Me responden que no hay cirujanos disponibles hasta en 2 horas. Ya son las 22:30 y siento la debilidad en las patitas de Petra. Mi hermana llama entre lágrimas a amigos y familiares. TODO nuestro Santiago de Chile conocido se moviliza para encontrar un equipo de cirujanos y una dirección a dónde partir.

Sacamos el tubo del interior de nuestra mascota y con la bolsa de suero en alto partimos al auto y luego a un quirófano lejano pero en condiciones. Arriesgo mi vida al volante mientras pregunto a mi hermana si la perrita respira. Sí, me responde. Finalmente llegamos y nos esperan.

Nos desvelamos. La operación dura 4 horas y nos recomiendan esperar en casa. Doy mi teléfono como contacto y espero.

A las 3:44 de la madrugada recibo una llamada y respiro profundo antes de escuchar.

Petra ha sobrevivido. Nos dicen que gracias a que hicimos todo a tiempo. Respiro profundo una vez más y llamo a todos los cercanos multiplicando la sensación de alivio AM.

Hoy Petra sigue bien en su proceso de recuperación. Quizás en unos años más me pregunten qué estaba haciendo cuando el hombre llegó a la Luna. Diré que no había nacido aun pero que tengo otra historia para contar a cambio.

lunes, 29 de junio de 2009

Blanco o Negro… nunca gris


El 11 de Septiembre del 2001 AM me encontraba trabajando en Santiago de Chile para una institución que rehabilita a niños y adolescentes con discapacidad (Fundación Teletón), cuando de pronto un amigo se me acerca corriendo para decirme textualmente “empezó la tercera guerra mundial”.
Obviamente no le creí y seguí trabajando con los niños hasta vi de lejos a un grupo de colegas frente a un televisor. Un edificio en llamas era el espectáculo. Esa tarde una profunda pena me hizo querer hablar con varias personas para decirles “te quiero”. Un avión me podía caer en la cabeza en cualquier momento y más que nunca deseaba estar en paz con mis enemigos, amigos y disfrutar lo que la vida me quisiera dar.

3 años más tarde la vida quiso que estuviera en Madrid.
Al cabo de pocos meses de haber aterrizado chocaría de frente y sin airbag contra los fantasmas de aquel septiembre 01. Fue también un día 11 pero esta vez de Marzo. Vivía en el sofá de un amigo, ludópata y argentino, que me acogió en momentos de desesperada miseria, la misma que me haría aceptar un trabajo en el que no hablaba con nadie porque mis funciones eran de invisible mudo.
Desconectado del planeta ese día salí de aquel “trabajo” a las 4 de la tarde y me encontré con una ciudad fantasma, triste. Se respiraba un aire malo, muy malo. Me metí en el metro y caminé hasta el andén a esperar el tren que me llevaría de vuelta a casa (o al menos al sillón). Fue ahí cuando levanté la vista hacia una tele y vi por primera vez las noticias. Primero no entendí nada. Mis ojos me decían que ese manojo de chatarra chamuscada era un tren. Luego por fin leí el scroll y me di cuenta que las imágenes realmente hablaban de Madrid. Me di cuenta que, sin saberlo, estaba atrapado en la ciudad donde ese día se vivía el Apocalipsis.
Aun aturdido hacía esfuerzos y recordaba que esa mañana desde casa había tratado de chequear Internet sin éxito. Más tarde me enteraría que habían robado el 1er piso de nuestro edificio cortando la alarma. Nos habían cortado el teléfono, el ADSL y por lo tanto desconectado del mundo. Peor aun, me habían desconectado de mi familia.
Recordarlo me emociona. Fue una cosa de segundos. Se me ablandaron las piernas. Eran las 4 de la tarde y sin duda en Chile, en mi casa, desde las 8 AM pensaban que yo estaba explosionado, mutilado o aun peor, muerto.
Me dieron ganas de llorar, de acelerar el tren para llegar rápido a algún teléfono público donde poder meter ese Euro y marcar el 0056.
Mi hermana ahora me cuenta que cuando mi mamá despertó y vio la tele se quedó muda. Muda por largos minutos. No tenía por qué saber que en Madrid el tren de cercanías RENFE es diferente al Metro de la ciudad. No tenía por qué saber que yo estaba a salvo.

Va a parecer increíble, y lo es. 2 años después de este suceso y casi 5 luego de lo de NY, me encontraría en Londres. Fue un 7 de Julio. Yo vivía sobre un negocio de revistas y lotería cerca de Peckham Rye en el south east de la ciudad. Aquella mañana como casi siempre bajé muy temprano a la biblioteca pública del barrio a leer un poco de prensa y a escribir mails.
Las noticias hablaban de “desperfectos en unas cuantas líneas del “London tube”. Poco más tarde aquellos desperfectos mutarían a sendas explosiones y muertos por culpa del terrorismo (sea lo que sea que eso signifique).
Esta vez tenía 5 horas de ventaja sobre Chile. 5 horas perdidas en un limbo geo espacial gracias a las cuales mi familia podría soñar un poco más, despertar y encender la TV para luego encontrarse con la tranquilidad de mi mail en sus bandejas de entrada: “Estamos bien, en casa y a salvo. Tenemos un poco de miedo. La ciudad está sitiada. Las autoridades recomiendan no salir y por ningún motivo pensamos hacerlo. Los quiero. Estén tranquilos. Seguiré en contacto”.

Las semanas siguientes pude rasgar una vez más el lienzo que conocemos por mundo para echar un vistazo a través. Una vez más porque ya lo había hecho en Madrid. Pude ver al ser humano comportándose como un pequeño ratón blanco inseguro, desconfiado y temeroso encerrado en un laberinto sin salida. Una vez más pude ver el pánico en rostros ajenos. En ese metro, el de Londres, donde hace más de 50 años mujeres y niños habían logrado refugiarse de un bombardeo quizás aun más bestial.

Todas estas experiencias me hicieron reflexionar y cambiar de opinión por un tiempo. Durante esas épocas de permanente alerta animal dejaría de lado mi predilección por los grises de la vida, los matices, para luchar forzadamente entre el Blanco y Negro. El blanco y negro que impera durante el caos. Vida y muerte no pudieron estar más cerca de mi cotidianidad y aquello me marcó.
Con el paso del tiempo el equilibrio ha vuelto a restaurarse. Nuevamente puedo disfrutar de aquellos matices de la vida. Sin embargo, la sensación permanecería latente para siempre, lista para ser reactivada con toda su fuerza frente a algún estímulo preciso.

Ocurrió también en Londres, y aunque aquí no hubo explosiones ni muerte, sí hubo caos. Inmediatamente puse mi switch en alerta. Mi cuerpo lo sentía. También las personas con las que compartía en ese momento. Trabajaba esta vez en un teatro como parte del Staff. Lo recuerdo perfecto. Parecía como si la ciudad se acallara para recibir un impacto. En ese silencio comencé a escuchar gritos. Con Mathiew nos paralizamos, aguzamos nuestras antenas. Pasó un segundo y recibimos una llamada por interfono. Nos avisaban que estuviéramos preparados pues una estrella venía al teatro a ver el espectáculo. Pero no una estrella cualquiera (como a las que estábamos acostumbrados), esta era “la” estrella.
Bobbies cortando la calle, gente gritando dividida en dos bandos (amor y odio), y caos. Por sobre todas las cosas caos.
Bajé corriendo los 5 pisos del edificio para llegar a la puerta principal. Los guardias trataban de contener a la multitud fuera de sí cuando de pronto, pasando entre un diminuto espacio formado por brazos y piernas apareció él: Michael Jackson.
Me quedé helado. Nos quedamos helados. Solo atiné a decir “Hi”. El me respondió suavemente y dejó que mis compañeros le guiaran hacia su asiento. El show comenzó aunque claramente ese día los focos no estarían en el escenario.

Hace un par de días Michael murió, y me di cuenta que al margen del chiste sobre el color de su piel, su vida (como la de otros genios y estrellas) debe haber pendulado constantemente entre aquel blanco y negro tirano que gobierna durante el caos. Jackson fue sin duda uno de esos ratoncillos que buscan desesperadamente salir de ese laberinto bipolar. Luchó por escapar usando lo único que realmente le hacía libre; su magia. Sin embargo, llegó el momento en que su corazón simplemente no pudo más.

Sintonizo Bilie Jean y el caos se apodera de mi, esta vez con un dejo hermoso, triste y prodigioso. No puedo centrarme, las emociones me embargan. No puedo definirlas.
¿Pena? No lo sé. Dejo la cabeza a un lado y me dejo llevar. Mi pie hace rato que ha tomado la delantera y no para de bailar.

viernes, 19 de junio de 2009

Bye Bye Madrid, Bye Bye Europa

Una fría noche-madrugada de Noviembre del 2003, (sí, hace casi 6 años) se me ocurrió no sé por qué razón emprendedora estar aterrizando en el aeropuerto de Barajas en Madrid.
No conocía a nadie, me eran extrañas las monedas, los posibles peligros y también los posibles buenos caminos.
Nadie me había advertido que no se me entendería el “al tiro”, el “fome”, ni el “harto”, peor aun, no sabía que no se me entendería el sentido del humor ni que ahí los niños no habían crecido viendo al “Chavo del ocho” sino que a “Groucho Marx”.
No sabía que desde ese momento comenzaba a ser, por primera vez en mi vida, un “extranjero”. No. Ni idea de lo que era eso (oh por Dios).
Habían pasado más de 13 horas desde que mi familia me despidiera entre lágrimas en SCL. Al menos 7 horas desde que había terminado de re leer en medio del vuelo las cartas de buenos deseos de un sin fin de amigos. Habían pasado pocas horas desde que había dejado a personas muy importantes a las cuales no sabía hasta qué punto no volvería a ver. Al menos tal como las había dejado al sobrevolar la cordillera hacia este nuevo destino / desafío que recién comenzaba.
Recuerdo que la sensación física es extraña. Al aterrizar y pasar la aduana uno lo único que quiere es irse a la cama a dormir, pero por el contrario todos a tu alrededor están amaneciendo. Es el primer indicio de que uno ha viajado al futuro por más que el cuerpo intente quedarse en el pasado.
Hoy estoy de regreso en Chile, casi 6 años después, y no solo mi cuerpo ha cambiado sino también, los emprendimientos, mi cabeza y casi todo lo que me rodea.
Es inevitable dejarse empapar por ese tufillo nostálgico. 5 años sin duda alcanzan para contar 10 mil historias (o más).
Estas líneas se supone que las quería escribir en Madrid hace una semana. Se supone que iban a ser una suerte de cúmulo de eventos significativos y dignos de contar. De rememorar. Pero todo fue muy intenso y no tuve tiempo.
Hace una semana estaba en casa, agobiado por 35º, pero en casa al fin y al cabo. Porque sí, Madrid ya era mi casa.
Ahora he vuelto al hogar de mi Madre en Santiago (de Chile, no de Compostela ni de Cuba), que por cierto tampoco es la casa a la que solía visitarle. Todo se ha transformado.
Hace una semana necesitaba protección solar. Ahora necesito un “Chaleco”, o varios. Quizás también algo más.
En Madrid si uno pide un chaleco nadie te va a entender. Es mejor pedir un “Jersey”
Si uno viaja a Londres, donde también tuve mi casa alguna vez, por 2 largos años, debe cambiar el chip a “Sweater”. Ahora todas estas minucias se transforman en recuerdos. En experiencia. En nostalgia. Ahhhh. Londres, el siempre frío pero excitante Londres.
Flash, flash, flash!!! Imágenes, olores y mil rostros. Es imposible describirlo todo en tan pocas palabras. ¡Maldición!
Quizás no hay que describir nada. El cofre siempre estará ahí lleno de memories brillantes y otros no tanto para cuando quiera sentarme a mirar, a mirar para atrás.
Hace un par de semanas (quizás 3) ocurrió algo mágico. Una coincidencia de esas que pasan a veces y que hacen clic en el momento preciso.
Un amigo periodista chileno también afincado en Madrid, finalmente publicó en su pasquín un especial sobre Madrid en el que venía trabajando desde hace un tiempo. Me había pedido ayuda: “Porfa, redáctame 3 razones por las que amas la ciudad”. A mi rápidamente se me vinieron a la cabeza muchas más. Incluso razones para odiarla. Logré resumirlas en 3. Bien sosas, pero al fin 3.
Quedó solo una en la publicación.
Adiós Madrid. Adiós Europa. Adiós amigos y familia. Adiós al "más cosas", a la Plaza Mayor, al jardín del buen Retiro, al Volley con los amigos, a las tortitas con nata del VIPS, a las sesiones de cine de la plaza de los cubos en V.O., a las tardes regalonas y las noches empujando el escritorio para ver LOST. Adiós al fútbol en la Sexta, al teletexto y al "Ahorramás". Adiós a la bruja del registro de propiedad intelectual, a todas las calles con olor a pipí, al oso de Sol y todas esas estaciones de metro en las que el tren está a tantos minutos de llegar.
Hasta pronto (espero muy pronto) Mr. Frogo. Y no, no te olvido felpudo. Leo, tú también tienes que venir. Aunque el SAG te quiera retener en cuarentena. Nosotros diseñaremos un rescate perfecto en helicóptero, de película como tanto nos gusta, y te traeremos ahí donde estemos.
Ahí a nuestro nuevo hogar.